El pasado regresa,
regresa como aquella parte de ti que no se quiere ir, que aun espera más.
Ese pasado que te
agobia, que piensas por un segundo que has logrado dejar atrás, superar y que
nunca más te volverá a encontrar...
Pero es ahí donde te
equivocas, porque en el momento menos pensado
¡BUM!
te estrella contra
una pared de espinas y negras rosas.
No lo quiero, no lo
necesito, no puedo permitir que suceda de nuevo lo que por tanto tiempo estuvo
apagado y hasta lo creí ido por
completo.
Me encontraba bien,
todo transcurría como si de verdad tuviera un plan, me gustaba... hasta que
llego, hasta que empezó ese calor interno que sientes al verle, las insaciables
ansias de tocar su cuerpo y las inevitables miradas a su alma intentado escanear
sus pensamientos con deseo de que sean
tuyos, de que piense en ti de la manera en tu le piensas.
Ese momento en el que
sabes que todo se fue a la mierda porque ya no solo escuchas lo que dice, si no
lo imaginas y lo vives junto a sus palabras, palabras que para ti dejan de
serlo porque se convierten en bocanadas de humo provenientes de su boca, lugar
donde habitan los labios que no dejas de mirar, de desear.
Las historias de sus anécdotas
que son como momentos de imaginación breve sobre lo que puede suceder, lo que
puede hacerte, lo que te gustaría que te hicieran sus manos desde algo salvaje
hasta lo más sutil sin importar las consecuencias y repercusiones sobre la unión
de ambos cuerpos cometiendo el peor y el
mas prohibido de los pecados en el área de descanso.
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