Son auto-penitencias,
latigazos, dados a mi desde un maldito universo paralelo
y la unión de un
ente malévolo,
haciendo una rara conexión para así acabar con toda
pequeña,
grande
o incluso… ridícula existencia de esperanza,
de luz,
de tierra fértil,
de mares sin marea,
y desiertos donde
la desesperación no sea juzgada y puedas olvidar tan rápido;
como cruzar una calle,
pasar la página del libro que estás leyendo,
escribir una,
y el caer de una lagrima en la almohada,
empapando de tristeza el ambiente abrumador de la dura
espera de que nada pasara,
pero que de que algo si… como que te duermes inevitablemente
y tu propio castillo interno;
te castiga
y te condena, mientras intentas disfrutar de una simple siesta.
y te condena, mientras intentas disfrutar de una simple siesta.
Es de esos reinado, cuyo rey es un asqueroso animal, del cual podría añadirse, que ha sido químicamente alterado, su sangre hierve en busca de sufrimiento y padecimiento
mental, en débiles.
Cuando ya está dentro y logra tener acceso a tu miedo, no
hay oxigeno, no hay ventanas, no hay puertas, no hay manera de escapar… solo el
te lo permitirá.
Se aventaja de hechos como el de que a este ser humano no
le está permitido olvidar, y ya cuando se está totalmente expugnable,
¡empieza el maldito rodaje!
Lo hace parecer un sueño,
pero lo convierte en una pesadilla interminable,
es capaz de crear en tu subconsciente: imágenes,
conversaciones, episodios… que nunca exigieron y que jamás lo harán.
En el mismo hueco,
sufres,
lloras,
vuelves a sentir el sabor de amargas
y muy saladas intrínsecas gotas, algo inefables.
El vilo es agotador,
no hay peor cosa que estar sumergido entre el cielo y el
agua,
el frío y el calor,
solido y liquido,
gatos y perros,
disensión y disonancia.
Después de semejante experiencia,
los ojos bien despiertos ya están,
algo cansados y con sueño, por supuesto…
no se ha descansado el pensamiento.
Quisiera lograr divisar luz,
aunque sea artificial,
y así lo escarnecido que mi tiempo aquí se ha convertido,
por fin llegue a un fin.
Que las risotadas se desvanezcan,
que huyan por la puerta
y no regresen a jugar,
mucho menos a contar
lo malaventurada que mi historia en
esta vida ha sido,
hasta otro amanecer en el castillo.
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