Háblame, escríbeme, lo que quieras, como lo quieras, solo hazme saber que estoy ahí, que formo parte de eso, de tu día a día. Sé que no me conoces, ni yo a ti... Pero lo que siento por ti, es como un amanecer, sabes lo que son, pero no como serán.
Esa manera en que mueves tu cabello de un lado a otro, ese olor que queda en la habitación después de que apagas el cigarro, no, no pares, repitelo, me gusta.
No me pidas explicaciones, porque la verdad no tengo ninguna para dar, solo sigue ahí.
No te vayas, ¡quédate!
Me gusta observar el compás de tus huesudas caderas al caminar, tu delgada figura, la cual luce tan débil, pero tu no... Tu seguridad es tan sensual como el rocío matutino, siempre presente. Presente como tus ojos, que esconden un gran misterio indecifrable, ese misterio que eres, que me envuelve, como el viento envuelve todo lo que esta en su camino, pero no dejes de hacerlo, no dejes de mirarme, porque es tu mirada donde todo comenzo.
Son pocos los días, pero bastantes los segundos que recuerdo, los pequeños detalles, las pequeñas historias. Es muy pronto para escribir todo esto, lo sé, pero es mi desahogo de algo que no tengo, de algo que no me pertenece, de algo que me gustaría obtener.
Porque eres eso que siempre pensé que existía pero que nunca lograría conocer, así que solo te pido... No te alejes.
Quédate... háblame... escríbeme.
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